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viernes, 22 de mayo de 2009

TE REGALO UNA SONRISA :)


Sonrío :) porque es un regalo. Un regalo para mí y un regalo para ti :)
Te regalo una sonrisa para que sonrías y con tu risa me hagas sonreír.
No es una carcajada, ni una risa loca que opaca la calma. Sino una simple sonrisa silenciosa, cómplice, atenta a respetar el más dulce silencio. Preparada para estallar sonoramente si es que las miradas lo requieren.
Te sonrío entre miradas ocultas, permitiendo el recelo de una risa demorada. Salvando las sonrisas con tan solo un cruzar de pensamientos alegre.
Te miro y te regalo un sonreír eterno, de claveles y de rosas rojas. Un sonreír pleno de recuerdos y futuros. De presencias y eficiencias.
Te entrego la sonrisa mas profunda, que huele a miel y a mar. Que te atrapa en el eterno palpitar del sol cada mañana y se desvela al anochecer cuando la luna cubre la tierra de sus rayos plateados.
Que se esconde tras cada estrella titilante en el cielo azul o navega en un río de nubes esponjosas, si las ves. Entonces, te regalo una sonrisa, simple, tierna, para que la uses, como puedas, como sea y cuando sea.
Grcacias por existes y por tu bella amistad. TQM! YAZMIN :)

martes, 19 de mayo de 2009

lunes, 18 de mayo de 2009

Para YAZMIN mi maestra favorita

martes, 12 de mayo de 2009

Por ellos

sábado, 9 de mayo de 2009


La bendición de ser madre

Dios bendice las madres,
las mas hermosas mujeres
porque en sus vidas nos alientan
los mas puros quereres.
Las que sienten el peso
de los deberes del día
y se entregan en martirios,
con su amor y simpatía.
Las que cantaron al oído
tantas canciones de cuna
y como hijo enseñaron
su viviente gran fortuna…
Dios bendice las madres
que se entregan a diario
por el dolor de los hijos
en el cotidiano Calvario…
Las que hicieron otras vidas,
en sus benditas entrañas
y nos entregaron sus almas
con un amor que no engaña...
Las que dieron al hijo,
como flor, sus consejos
y a sus hijos aun miman
hasta cuando llegan a viejos…
Dios bendice las madres,
en su santo derroche
de cariño sin tacha,
de pasión sin reproche…
Las que tienden la mano
de bondad para el acto
y renueva esperanzas con
su amor el contacto…
Las que impregnan el alma
de una fe tan intensa
que se hicieron muy dignas
con su eterna recompensa…
Dios bendice las madres,
las que santas y tiernas,
por su amor se merecen
ser queridas... madres eternas...

Bendita seas mamá


Estaba oscuro...
Solo el rayo de la luz de tus ojos.
Me enseñaste a respirar
y tus entrañas acariciaban mi frágil cuerpo.
Soñaba con colores
y te imaginaba hermosa,
fueron nueve meses en un mundo rosa.
Crecí de a poco con tu calor
me alimentaba con tus caricias
y frases de amor.
El momento llegaba
iba a conocerte,
estaba muy protegida
con miedo de perderte...
Se hizo la luz
una mañana de febrero,
mamá ahí estabas tú
tan maravillosa y tan dulce
como te había imaginado.
Aprendí con el correr del tiempo
y en mis andanzas peligrosas
de cada uno de tus consejos
valorados en cada acto
de mis diecinueve años,
y soñando cada vez
que me encuentro lejos,
con tus palabras
que envuelven mis vivencias
y acobardan los miedos
de mi juventud.

miércoles, 6 de mayo de 2009

FELIZ DIA DE LAS MADRES !!!

MADRE...

Madre,
ser maravilloso que sabe dar vida y brindar alegrías,
la que nunca me niega sus manos tan tibias,
la que solo obsequia dulces melodías,
la que seca mis lágrimas y entrega caricias,
la que ampara tristezas y regala sonrisas,
la que con dulce palabras alienta mis días.
Madre,
la que oculta lamentos y llora en secreto,
la que siempre te apoya en malos momentos,
la que me acuna en sus brazos que son tan inmensos.
Madre,
me mostraste caminos marcando tu huella
y perfumaste mi alma con la flor más bella.
Me enseñaste a amar la vida y a valorar las cosas sencillas.
No existe en el mundo persona más bella,
como la que tengo conmigo que es la única reina.
Gracias madre por tener esa paciencia.
Gracias madre por ser mi consejera.
a ti te agradezco por ser tan sincera,
tan mujer,
amante,
tan amiga.
Por ser mi eterna luz de vida.
A Dios le doy gracias por tenerte hoy en día
y poder compartir contigo
mi humilde poesía.

(Barbara R. Barrios)


Alguien ha dicho...

Alguien ha dicho: "Sean bondadosos con las mujeres. Ellas constituyen la mitad de la población y son las madres de la otra mitad".

Muchas de ustedes son madres, lo cual es suficiente para ocupar todo su tiempo.

Ustedes son compañeras, las mejores amigas que sus maridos tienen o que tendrán.

Son amas de casa. Eso no parece ser mucho, ¿verdad? Pero ¡qué trabajo es mantener una casa limpia y ordenada!

Son las que hacen las compras. Nunca me imaginé, hasta que llegué a ser adulto, lo difícil que es la responsabilidad de tener lo suficiente para alimentar a la familia, de mantener la ropa limpia y presentable, y de comprar todo lo necesario para que funcione el hogar.

Son enfermeras; son las primeras en enterarse de toda enfermedad que aparece y las primeras en prestar ayuda. En casos de enfermedades graves, permanecen al lado del enfermo día y noche, brindando consuelo, ánimo, ministrando y orando.

Además, son el chofer de la familia; llevan a sus hijos a eventos deportivos, a las actividades del barrio y los llevan de un lado a otro mientras ellos continúan con sus vidas ocupadas.

Me maravillo al ver su paciencia, su capacidad de calmar a sus hijos, de hacer que dejen de llorar y, creo yo, de hacer miles de cosas más.

Conducen autos, usan computadoras, asisten a las actividades de sus hijos, cocinan y cosen, enseñan clases y dan discursos en la Iglesia.

Veo a sus esposos y quisiera decirles: "Despierten y lleven su parte de la carga. ¿En verdad valoran a su esposa? ¿Saben cuánto hace ella? ¿Alguna vez la felicitan? ¿Alguna vez le dan las gracias?"

Bien, queridas madres, yo les digo gracias. Gracias por ser la clase de personas que son y por hacer lo que hacen. Que las bendiciones de los cielos descansen sobre ustedes; que sus oraciones sean contestadas y que sus esperanzas y sus sueños se hagan realidad.

Servir es sumamente agotador; lo es, pero con cada responsabilidad que se cumple viene una gran recompensa.

Muchas de ustedes piensan que son un fracaso; consideran que no son eficaces, que todo su esfuerzo no es suficiente.

Todos nos preocupamos por nuestro desempeño y tenemos el deseo de ser mejores. Pero, lamentablemente, no nos damos cuenta, a menudo no vemos los resultados de lo que llevamos a cabo.

"Nunca se sabe; nunca se sabe si se ha hecho un bien; uno nunca sabe el bien que hace".

Así pasa con ustedes. Ustedes hacen lo mejor que pueden, lo cual redunda en algo bueno para ustedes y los demás. No se mortifiquen con un sentimiento de fracaso; arrodíllense y rueguen que el Señor las bendiga; en seguida, levántense y hagan lo que se les pida, y luego dejen el asunto en manos del Señor y descubrirán que habrán logrado algo que vale más que nada.

Ahora bien, estoy dirigiendo la palabra a un grupo muy diverso, el cual incluye a mujeres jóvenes que todavía estudian o que trabajan, son solteras y esperan conseguir al hombre perfecto. Yo todavía no he visto a ninguno que lo sea. Pónganse metas altas, pero no tan altas que no las puedan alcanzar. Lo que en verdad importa es que él las ame, las respete, las honre y les sea absolutamente fiel, que les dé la libertad para expresarse y les permita desarrollar sus propios talentos. Él no va a ser perfecto, pero si es bondadoso y considerado, si sabe trabajar y ganarse la vida, si es honrado y lleno de fe, la posibilidad es que no se equivoquen y que sean inmensamente felices.

Algunas de ustedes, lamentablemente, no se casarán en esta vida. Así sucede a veces. Si eso ocurre, no vivan lamentándose; el mundo todavía necesita sus talentos, necesita su contribución. Siempre se necesita su fe, necesita sus manos fuertes que brinden ayuda. La vida nunca es un fracaso en tanto no la llamemos así. Hay tantas personas que necesitan su ayuda, su amorosa sonrisa, su tierna bondad. Veo a tantas mujeres capaces, atractivas y maravillosas a quienes el romance ha dejado de lado. No lo entiendo, pero sé que, en el plan del Todopoderoso, el eterno plan que llamamos el plan de felicidad de Dios, habrá oportunidad y recompensa para todos los que las busquen.

A ustedes, las madres jóvenes que tienen niños pequeños, su desafío es enorme. Muy a menudo no hay suficiente dinero; deben ser moderadas en gastar y ahorrar, deben ser prudentes y cuidadosas con sus gastos; deben ser fuertes, decididas y valientes y seguir adelante con gozo en la mirada y amor en el corazón. Cuán bendecidas son, mis queridas y jóvenes madres. Sus hijos serán suyos para siempre. Espero que hayan sido selladas en la casa del Señor y que su familia sea una familia eterna en el reino de nuestro Padre.

Ruego que reciban fortaleza para llevar su pesada carga, para cumplir con toda obligación, para caminar al lado de un hombre bueno, fiel y bondadoso y que juntos críen, nutran y eduquen a sus hijos en rectitud y verdad. Ninguna otra cosa que posean, ninguna cosa que adquieran en el mundo valdrá más que el amor de sus hijos. Que Dios las bendiga, mis queridísimas jóvenes madres.

También las tenemos a ustedes, las mujeres que no son ni jóvenes ni ancianas. Ustedes se encuentran en la mejor etapa de sus vidas; sus hijos son adolescentes; tal vez uno o dos se hayan casado; algunos están en la misión y ustedes se sacrifican para mantenerlos en el campo misional. Ustedes anhelan su éxito y su felicidad, y oran por ello. A ustedes, queridas mujeres, les ofrezco un consejo especial.

Cuenten sus bendiciones, una por una. No necesitan una mansión con una agobiante e interminable hipoteca. Lo que sí necesitan es un hogar cómodo y placentero donde haya amor. Alguien ha dicho que no hay escena más hermosa que la de una buena mujer que prepara los alimentos para sus seres queridos. Sopesen con cuidado lo que hagan; ustedes no necesitan algunas de las extravagancias que el trabajo fuera de casa les pueda brindar; sopesen con cuidado la importancia de estar en casa cuando sus hijos lleguen de la escuela.

Madres, cuiden bien a sus hijas; estén cerca de ellas; préstenles atención; hablen con ellas; guíenlas para que no hagan cosas insensatas; guíenlas para que hagan lo correcto. Asegúrense de que vistan de manera atractiva y modesta; protéjanlas de la terrible maldad que las rodea.

Críen a sus hijos con amor y consejo; enséñenles la importancia del aseo personal, del vestir correctamente. El vestir de forma desaliñada lleva a vidas desaliñadas. Inculquen en ellos un sentido de disciplina; manténganlos dignos de servir a la Iglesia como misioneros. Denles cosas para hacer a fin de que aprendan a trabajar; enséñenles a ser ahorrativos. El trabajo y el ser moderados en gastar llevan a la prosperidad. Enséñenles que nada bueno ocurre después de las 11 de la noche; no los malcríen. Si se van de misión, tal vez se vean obligados a vivir en circunstancias que ustedes no desearían para ellos. No se preocupen por ellos; anímenlos.

Aviven en sus hijos el deseo de educarse, lo cual constituye la clave para el éxito en la vida. Al mismo tiempo, enséñenles lo que el presidente David O. McKay acostumbraba recordarnos: "Ningún éxito puede compensar el fracaso en el hogar".

Y ahora me dirijo a ustedes, las madres solas, cuyas cargas son tan pesadas porque han sido abandonadas o han enviudado. Su carga es terrible; llévenla bien. Oren en silencio en sus aposentos y dejen que las lágrimas fluyan si tienen que hacerlo. Tengan una sonrisa en el rostro cada vez que estén delante de sus hijos y de los demás.

Ahora, a ustedes, queridas abuelas, viudas mayores y mujeres mayores que vivan solas; cuán hermosas son. Contemplo a mi querida esposa, que pronto cumplirá 92 años de edad; su cabello es blanco y su cuerpo está encorvado.

Tomo una de sus manos entre las mías y la miro; una vez fue tan hermosa; la piel firme y clara. Ahora está arrugada y se le notan los huesos; no es muy fuerte, pero denota amor, constancia, fe y trabajo arduo a lo largo de los años. Su memoria no es lo que solía ser; se acuerda de cosas que sucedieron hace medio siglo, pero quizás no recuerde lo que acaeció hace media hora. Yo también soy como ella.

Pero estoy tan agradecido por ella. Durante sesenta y seis años hemos caminado juntos, tomados de la mano, con amor y ánimo, con aprecio y respeto. No será dentro de mucho tiempo que uno de nosotros cruce el velo; espero que el que quede lo haga poco después. No sabría vivir sin ella ni siquiera al otro lado del velo, y espero que ella no sepa vivir sin mí.

Por eso, queridas madres y mujeres sobre la tierra, cualesquiera sean sus circunstancias, dondequiera que vivan, que las ventanas de los cielos se abran y que las bendiciones desciendan sobre ustedes; que vivan con amor la una hacia la otra; que eleven a aquellos cuyas cargas son pesadas; que lleven luz y belleza al mundo, en especial a sus hogares y a las vidas de sus hijos.

Gracias por ser la clase de personas que son y por hacer lo que hacen. Que las bendiciones de los cielos descansen sobre ustedes.

PRESIDENTE GORDON B. HINCKLEY


El poder de mi madre

“Han pasado casi sesenta años desde que mi madre falleció. En ese tiempo yo era un estudiante universitario. He olvidado mucho de lo que estaba estudiando en ese entonces, pero los recuerdos de esos últimos meses en la vida de mi madre siguen frescos, al igual que las memorias de años anteriores. Espero que supiera que yo la amaba. No lo decía tan seguido. Como para la mayoría de los jóvenes, no era fácil para mí decir esas palabras.

Ella murió en el inicio de la época de “cosecha” de su vida. Su hijo más joven tenía diez años, edad suficiente para que mamá tuviera una libertad que no había conocido por muchos años. Estaba en un viaje por Europa cuando sintió un dolor que la atemorizó. Seis meses después murió.

Recuerdo el día gris de su funeral en Noviembre. Nos pusimos una fachada de valentía y conteníamos las lágrimas. Pero por dentro, las heridas eran profundas y dolorosas. Esa experiencia, en una época sensible de mi vida, espero que me haya dado un entendimiento más profundo sobre todos aquellos que perdieron una madre.

Fui llamado a la misión poco después de eso. Fue durante lo profundo de la Gran Depresión. Pocos misioneros fueron llamados en ese tiempo debido a las circunstancias de inestabilidad financiera de todo el mundo. Yo había ahorrado algunos dólares, mi hermano trabajó y contribuyó generosamente, y mi padre llevó la mayor parte de la carga. Pero algo más lo hizo totalmente posible. Descubrimos que mi madre, con previsión profética, había abierto una cuenta con las monedas que recibía de cambio cuando compraba comestibles. Este dinero proveyó el saldo necesario para mis gastos en la que fue la misión más costosa del mundo.

Para mí, el dinero era sagrado. Sentí que se había consagrado no tanto para mí sino para el Señor. Espero que haya sido cuidadoso en esos gastos.

Experimenté momentos de desánimo en mi misión, como todos los misioneros. En una o dos ocasiones, cuando las nubes eran particularmente oscuras, sentí en una manera muy real pero indescriptible la protección, guía y influencia de ánimo de mi madre. Parecía tan cerca. Entonces traté, como he tratado desde entonces, de conducir mi vida y realizar mis prioridades de tal modo que honre su nombre. Soy el primero en admitir que no siempre lo he hecho, y la idea de vivir bajo las expectativas de mi madre ha sido dolorosa, y ha desarrollado una disciplina que de otra manera me habría faltado.”

(The Wondrous Power of a Mother-El maravilloso poder de una madre, folleto, Salt Lake City: Deseret Book, 1989, pp. 1-2.)