APRENDER A REIR

La forma en que reaccionamos ante la adversidad es un factor importante respecto a cuán felices y exitosos seamos en la vida :)

Todos tenemos altibajos y ocasiones en las que parece que los pájaros no cantan ni las campanas repican. Sin embargo, a pesar del desánimo y la adversidad, las personas más felices parecen saber cómo aprender de los tiempos difíciles y, como resultado, llegan a ser más fuertes, sabias y felices.

Aun las personas que nos parecen más afortunadas han experimentado gozo, cada uno también ha bebido profundamente de la copa de la desilusión, del dolor y de la pérdida. En Su sabiduría, el Señor no protege a nadie del dolor ni de la tristeza.

Lo primero que podemos hacer es aprender a reír. ¿Alguna vez han visto a un conductor enojado que, cuando alguien comete un error, reacciona como si esa persona hubiera insultado su honor, su familia, su perro y sus antepasados remontándose hasta Adán? ¿O han tenido un encuentro con la puerta de un gabinete que se dejó abierta en el momento y el lugar precisos, la cual ha sido maldecida, condenada y maltratada por la víctima con la cabeza adolorida?

Hay un antídoto para momentos como esos: aprender a reír.La próxima vez que se sientan tentados a quejarse, más bien intenten reírse; alargarán su vida y harán más agradable la vida de todos los que los rodean.

"... aunque estés enfermo, aunque haga calor, aunque no tengas dinero, aunque alguien te haya insultado, aunque alguien no te amó, o no te haya valorado... ". Esas experiencias, aunque a menudo son difíciles de soportar en el momento, son precisamente el tipo de experiencias que expanden nuestra comprensión, edifican nuestro carácter y aumentan nuestra compasión por los demás."

Las palabras sublimes del Salvador : “Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento; y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás”

A veces, los momentos que parecen abrumarnos de sufrimiento son los que, a la larga, nos permitirán triunfar.

Publicado por Yaz, discurso del Élder Joseph B. Wirthlin